Cuando contrajo la enfermedad de Hansen, comúnmente conocida como lepra, la autora era
una adolescente que tenía una vida feliz, en una ciudad de provincia, con una familia amorosa. Iba a la escuela, jugaba con sus amigos, le gustaba escribir. Sus padres decidieron no contarle que era lepra para protegerla de los prejuicios que todavía hoy persisten en la sociedad. El tratamiento con antibióticos la curó por completo, y no fue hasta que cumplió los veinte años que su médica le informó de qué se trataba. Ese silencio alrededor
de la enfermedad, sus consecuencias, es de lo que trata este libro.
Y de cómo la escritura es también una manera de sanar.