Desde hace demasiados años la izquierda democrática latinoamericana debate en silencio que posición tomar frente a la Revolución cubana. Hay excepciones, como en todo, pero una marcada mayoría no emite palabra sobre la cuestión. Cuba parece haberse convertido en un tema imposible de abordar, sin caer en maniqueísmos falaces. Una serie de paradojas parecen obturar esa discusión: ¿cómo rescatar los logros del largo gobierno de Fidel Castro sin condenar su estructura totalitaria? ¿Cómo encontrar una vía crítica, sin caer en la impugnación total, propia de las corrientes más conservadoras? ¿Es posible establecer tales diferencias? Al cabo del tiempo, estas preguntas sin respuesta terminaron por inmunizar a Cuba.