El término "post producción" nombra al conjunto de procesos aplicado a todo material grabado o registrado: montaje, subtitulado, voz en off, efectos especiales, inclusión de otras fuentes audiovisuales, etc. Pertenece a un ámbito "tercero" al no trabajar con materia prima. Para el brillante teórico francés Nicolas Bourriaud, las artes visuales más representativas de los últimos años amplifican y extienden el anticipatorio concepto de ready made elaborado por Marcel Duchamp. Por consiguiente también reflexionan sobre la fusión entre producción y consumo. Los artistas visuales realizan obra siempre a partir de materiales preexistentes: es decir, generan significado a partir de una selección y combinación de elementos heterogéneos ya dados. La cultura global y la avalancha informativa borran cada vez más la consabida brecha entre autor y público, y a través de ese límite progresivamente más exiguo, la obra de arte intenta reflexionar sobre esta serie de relaciones sin pretender originalidad. La noción de originalidad y creación se desdibuja en este nuevo panorama cultural en el que se destaca la figura del dj disc jockey o el programador, cuya tarea consiste en seleccionar objetos culturales insertándolos en un nuevo contexto. Los artistas internacionales más destacados de estos años, inscriben la obra de arte en una red de signos y significados. Ya no se trata de comenzar de cero sino de encontrar el medio de inserción en las innumerables corrientes de producción. La pregunta es cómo producir sentido a partir del caos de objetos, nombres y referencias que constituyen nuestra vida cotidiana. En este mundo de lo prefabricado, donde el concepto de originalidad está perimido, el artista ya no considera su campo como un museo a superar, sino como un enorme depósito con herramientas e información que deben utilizarse y manipularse. "No hay que buscar el sentido sino en el uso", decía Wittgenstein. Ya no sirve lamentarse de que "todo ha sido hecho" sino que hay que inventar protocolos para el uso de todos los modos de representación y las estructuras formales existentes. Se trata de captar los códigos de la cultura, las formas de la vida cotidiana, las obras del patrimonio global, y hacerlas funcionar. Este libro plantea que la tarea histórica del siglo XXI es rescribir la modernidad. No para hacer tabla rasa o buscar prestigio en el depósito de la historia, sino para inventariar y seleccionar, para usar y "descargar archivos". El arte representa un contrapoder y siempre será "comprometido" en su tarea de no dejar ningún signo intacto.