Hasta hace relativamente poco tiempo, la discapacidad era pensada como una cuestión que concernía exclusivamente a las personas afectadas, quienes, con asistencia y protección, podían rehabilitarse a fin de adaptarse al medio y lograr la integración social. Centrado en los aspectos médicos, en lo patológico, este enfoque perdía de vista los derechos de este heterogéneo grupo como personas y como ciudadanos. Ignoraba, en suma, que lo que está en juego es la calidad de vida y la construcción de una sociedad realmente inclusiva, capaz de enriquecerse con la diversidad.