Política de la escucha en la escuela no ofrece un saber sobre la escuela. Simplemente comparte un
procedimiento que desbarata ese decir en el que "no hay nadie", una escucha que traspasa el interés por
las biografías individuales y los impulsos clasificatorios para leer en los ánimos sociales pistas de nuevos
vitalismos. Propone una manera de tomar distancia de la retórica verborrágica para dejar lugar a la
escucha de lo que navega en la superficie cotidiana escolar y extraer ese detalle que, interrogado en sus
cualidades inagotables, "hace escuela" porque la reinventa. La escucha es una política del desgobierno.
Desgobierno de los automatismos, del eterno cansancio, del tiempo ininterrumpido, del imperativo de la
hiperproductividad y los finales felices. La política de la escucha es un dejar hablar a la escuela y es,
también, una política del cuidado. No apunta a encontrar soluciones ante los problemas, sino a la
búsqueda de nuevas formulaciones.