Aún siento gran apego por la poesía que escribí... Es probable que sea lo mejor que he escrito.» Así expresa Paul Auster el lugar primordial que ocupa su lírica en la totalidad de su producción literaria. Este volumen presenta por primera vez en español todos sus poemas, en edición bilingüe y con traducción y prólogo del poeta y crítico Jordi Doce. En sus versos Auster aborda los mismos temas y obsesiones que desarrolla en sus novelas: el azar y el destino, la distancia entre mundo y lenguaje o la disolución del yo en el discurso. Ésta es una poesía intensa y emocional, en la que resuena esa música sutil y magistral que caracteriza al autor de La trilogía de Nueva York.
AUSTER PAUL
Nueva Jersey , 1947. «Toda vida es inexplicable -escribe Paul Auster-. Por muchos hechos que se cuenten, por muchos datos que se muestren, lo esencial se resiste a ser contado.» Y sin embargo, su condición de narrador quizá pueda explicarse a partir de La invención de la soledad 1982 . El padre de Auster había muerto y atrás quedaban sus traducciones del francés, sus poemas como «puños cerrados», sus obras entre bambalinas como «negro» literario y sus estudios de literatura francesa, italiana e inglesa en la Universidad de Columbia. De su quehacer lírico había nacido una prosa elegante y depurada. La trilogía de Nueva York 1987 fue su obra consagratoria. En ella, el azar lleva a los protagonistas a asumir distintas identidades dentro de una compleja arquitectura narrativa de espejismos metaficcionales, una pesadilla urbana teñida de enfermedad, locura y fracaso. El Palacio de la Luna 1989 y Leviatán 1992 , ganadora del Premio Médicis, son otras de sus obras más destacadas. En 2006 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras como reconocimiento a la renovación literaria que supuso la unión de las tradiciones norteamericana y europea. Para Auster, las palabras del célebre dramaturgo Peter Brook bien podrían definir la aspiración final de su obra: que posea a un tiempo «la intimidad de lo cotidiano y la distancia del mito, porque sin cercanía no es posible el sentimiento y sin distancia es imposible el asombro».