Los comienzos de los anos sesenta marcaron el inicio de un ciclo ideológico: el que identificaba el peronismo con la esperanza de la revolución social en la Argentina. ¿Qué distinguió a esa izquierda peronista de la otra izquierda, igualmente radical, convencida de que el socialismo y el nacionalismo debían unir sus fuerzas, pero que tomaba como modelo a Cuba? Acaso su fe en la potencia subversiva de las masas peronistas y su jefe. La historia, y el propio Perón, habrían de objetar duramente esa creencia: tras su retorno al país en 1973, el líder desautorizaría al flanco izquierdo de su partido y terminaría rompiendo con él. Lo que siguió fue una secuencia de luchas armadas, fracasos, frustraciones y cambios no siempre consensuados, y, a partir de 2002, el resurgimiento de ese ideario, bajo nuevas formas de seducción asociadas a la memoria del peronismo que no fue.