En No fue un motín, Leandro Albani nacido y criado en Pergamino reconstruye con destreza pericial la cadena fáctica que marcó para siempre la calma chicha de aquella ciudad sojera del norte provincial. Lo hace cinematográficamente; fotograma por fotograma. Lo hace sin soslayar la dialéctica de un submundo punitivo que les exige a sus hacedores -policías, fiscales y jueces- mano dura, acusar por las dudas y condenas sin pruebas. Y lo hace poniendo en relieve las historias de las víctimas, los "nadiesW, como él los denomina; vidas rápidas, malogradas por el hachazo de las leyes no escritas del apartheid.