MUSEO DEL VIENTO
En el centro de este libro hay una alegoría: la película soviética Stalker 1979 . Andrei Tarkovski la rodó bajo condiciones ambientales insalubres en una central hidroeléctrica abandonada. Los primeros meses de tomas se arruinaron casi por completo; los actores -quienes guardaban la memoria de aquella primera versión perdida- fueron muriendo jóvenes como consecuencia de la radiactividad del lugar. Esa alegoría divide el libro en dos partes. La primera y más reciente incluye la serie "Museo del viento". La segunda -que originalmente iba a llamarse "Infinita riqueza abandonada"- contiene textos compuestos a fines del siglo veinte en una máquina de escribir Olympia portátil bajo condiciones sociales extremas de pobreza, soledad y ostracismo. El imaginario distópico de Siberia condensa ambas mitades. La conservación material misma de la sección más antigua -una escritura desesperada, entre la auto ficción y el testimonio- contradice en alguna medida mi concepto de "museo del viento", ya que integraba un archivo de inéditos salvado al menos temporalmente del olvido por esta publicación. En la parte más actual, tomo un par de instantáneas de la miseria de la clase trabajadora y exploro la paradoja de retener la huella borrada, o la de la doble pérdida que constituye el concepto "museo del viento": un registro o recuerdo de lo perdido que a su vez se pierde y olvida. Y de recordar en la amnesia se trata mi poesía. Soy la suma de todos los termos que se me han ido rompiendo.
BEATRIZ VIGNOLI
Es una novelista, poeta, periodista, traductora y crítica de arte argentina. Es nieta del escultor rosarino Erminio Blotta. Fue crítica de arte y espectáculos del diario Buenos Aires Herald. Actualmente escribe en Página 12.
Edad recomendada: Adultos.