«Un segundo de indecisión suele quitar el provecho que precisamente en aquel segundo ofrecía la fortuna.»
Francia, abril de 1625. En la polvorienta villa de Meung se cruzan los destinos de un joven gascón, una hermosa mujer y un misterioso hidalgo. Comienza así una de las mayores aventuras jamás escritas. Una carta de recomendación extraviada es la responsable de que el impulsivo D Artagnan se adentre, sin saberlo, en un mundo de intrigas palaciegas, luchas intestinas, traiciones, celos, capas y espadas en el que perseguirá su sueño de gloria.
Roger Nimier, uno de los más eminentes intelectuales del siglo XX francés, firma la introducción que abre el presente volumen. La sigue este clásico insoslayable del feuilleton en la espléndida y canónica traducción que realizara en su día Torcuato Tasso Serra, vigente aún hoy como una de las más palpitantes versiones en lengua castellana.
Robert Louis Stevenson dijo...
«No digo que no exista un personaje tan bien dibujado en la obra de Shakespeare como D'Artagnan. Solo digo que no hay ningún otro que me guste tanto.»
DUMAS ALEJANDRO
24 de julio de 1802, Sena Marítimo - 5 de diciembre de 1870, Sena Marítimo.
Alejandro Dumas es uno de los autores más prolíficos y populares de Francia. Nació en 1802 en la ciudad de Villers-Cotterets, y pronto se trasladó a París para trabajar como secretario del Duque de Orléans. Allí, completó su formación de manera autodidacta y empezó a interesarse por la escritura.
Comenzó escribiendo obras teatrales, y después pasó a los poemas y los relatos largos. Sin embargo, su verdadero éxito no llegaría hasta 1844, año de lanzamiento de la obra que supondría su salto a la fama: Los tres mosqueteros. La publicación por folletines de esta novela trajo consigo una suma ingente de dinero para Dumas, pero también supuso incontables horas de trabajo, muchos colaboradores y la producción de hasta ochenta entregas para cubrir la demanda del público, que no paraba de crecer.
Tras la publicación de Los tres mosqueteros y El conde de Montecristo, Dumas amasó una gran fortuna. Sin embargo, su carácter hedonista lo llevó a despilfarrar todo lo que había ganado y pronto se vio obligado a exiliarse en Bélgica para huir de sus acreedores franceses.
El conde de Montecristo, la cumbre de la narrativa del autor, está considerada como una de las grandes novelas de aventuras de todos los tiempos.