Marco Stanley Fogg es un huérfano que ha crecido bajo el cobijo de su tío Victor, un clarinetista de poca fortuna. Cuando éste muere, consigue vivir durante un período de la venta de los libros que le ha dejado en herencia. En el tiempo en que el hombre camina por primera vez sobre la Luna, M. S. Fogg inicia un viaje de búsqueda de su identidad y sus orígenes que lo llevará de Manhattan al remoto Oeste norteamericano. El Palacio de la Luna es una de las novelas más emblemáticas de Paul Auster, una narración de historias cruzadas que convergen de forma magistral. Ésta es, en definitiva, una muestra más de su magnífico arte narrativo.
AUSTER PAUL
Nueva Jersey , 1947. «Toda vida es inexplicable -escribe Paul Auster-. Por muchos hechos que se cuenten, por muchos datos que se muestren, lo esencial se resiste a ser contado.» Y sin embargo, su condición de narrador quizá pueda explicarse a partir de La invención de la soledad 1982 . El padre de Auster había muerto y atrás quedaban sus traducciones del francés, sus poemas como «puños cerrados», sus obras entre bambalinas como «negro» literario y sus estudios de literatura francesa, italiana e inglesa en la Universidad de Columbia. De su quehacer lírico había nacido una prosa elegante y depurada. La trilogía de Nueva York 1987 fue su obra consagratoria. En ella, el azar lleva a los protagonistas a asumir distintas identidades dentro de una compleja arquitectura narrativa de espejismos metaficcionales, una pesadilla urbana teñida de enfermedad, locura y fracaso. El Palacio de la Luna 1989 y Leviatán 1992 , ganadora del Premio Médicis, son otras de sus obras más destacadas. En 2006 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras como reconocimiento a la renovación literaria que supuso la unión de las tradiciones norteamericana y europea. Para Auster, las palabras del célebre dramaturgo Peter Brook bien podrían definir la aspiración final de su obra: que posea a un tiempo «la intimidad de lo cotidiano y la distancia del mito, porque sin cercanía no es posible el sentimiento y sin distancia es imposible el asombro».