Abu Kassem era un mercader muy avaro, muy mezquino, muy tacaño, tanto que fingía ser pobre para que nadie le pidiera prestado dinero. Por eso llevaba puestas unas babuchas que ni el más miserable de los mendigos hubiera querido calzarse. Y fueron esas babuchas, precisamente, las que le trajeron tan mala fortuna que lo terminó perdiendo todo.