Bongo no tenía nada de lindo. Era negro, petiso y tenía una cola
que no valía mucho. A Bongo siempre le ponían: "indefinida".
Teníamos un perro de "raza indefinida". Y era eso: un perro
cualquiera, un vagabundo de las veredas y las calles serenas y
semivacías de Belgrano R.