Mientras pasea a su perro por el bosque, Vesta Gul se topa con una nota manuscrita. «Se llamaba Magda. Nadie sabrá nunca quién la mató. No fui yo. Este es su cadáver.» Pero junto a la nota no hay ningún cadáver. Vesta, que acaba de mudarse tras la muerte de su marido y no conoce a nadie en su nuevo hogar, no sabe muy bien qué hacer. Comienza a obsesionarse con la figura de Magda y a elucubrar con las diversas maneras en que pudieron asesinarla, si es que efectivament eocurrió tal cosa. Su propio aislamiento hace que afloren extrañas ideas que encuentran su reflejo en la vida real. Las piezas parecen encajar entre sí, pero también con las zonas más oscuras de su propio pasado. Solo hay dos opciones para resolver este misterio: una explicación banal e inocente o una profundamente siniestra.