A principios de los años noventa era una estudiante de bolsillos flacos, en Paraná. Pasaba buena parte de mis tardes revolviendo en las tres o cuatro librerías de viejo que había en la ciudad. Un día me topé con La balada del álamo carolina, un ejemplar bastante castigado por el tiempo y el descuido de sus dueños anteriores. Nunca había leído nada de Haroldo Conti. Me llamó la atención el título: además de un título hermoso, en ese título estaba la palabra álamo, uno de mis árboles favoritos. En mi recuerdo más antiguo hay dos álamos que se balancean con el viento en un amanecer blanco de escarcha, en el campo. Pagué la moneda que me habrá costado, no más de un peso, seguro. Pero hasta que empecé a leerlo no supe cuán acertada había sido la relación emotiva hoy diría el link emotivo que me había empujado a comprarlo. Los relatos de La balada del álamo carolina están atravesados de la melancolía y el lirismo de los primeros recuerdos, de las personas entrañables que pueblan y les dan vida a esas escenas de la infancia y de la juventud. El pueblo con sus miserias y sus pequeñas dichas. La familia. La casa paterna. Los personajes que pasan su vida acodados en el boliche. El que se fue a la ciudad y vuelve de visita y alborota un poco ese avispero adormecido por las horas que parecen no pasar nunca. La prosa de Conti es sencilla al mismo tiempo que va al corazón de los asuntos; y de esta combinación resulta un libro memorable, que viene a decir algo propio sobre temas universales como la evocación, el lugar de donde venimos, quiénes o qué somos. Y sobrevolando todos los relatos, la voz del álamo carolina que nos susurra una verdad bella, poética y contundente: un día de un viejo árbol es un día del mundo. Selva Almada
CONTI HAROLDO
Nació en 1925 en Chacabuco, provincia de Buenos Aires. Fue maestro de escuela primaria, profesor de latín, empleado bancario, piloto civil, nadador, navegante y guionista de cine. Se graduó en filosofía. En 1956 publica la pieza de teatro Examinado. Cuatro años más tarde recibe un premio de la revista Life por su relato "La causa". En 1962 gana el premio Fabril con su primera novela, Sudeste, y se convierte en una de las figuras de la llamada "generación de Contorno". Publica después las novelas Alrededor de la jaula Premio Universidad de Veracruz y En vida Premio Barral, cuyo jurado integraban Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez y los libros de cuentos Todos los veranos Premio Municipal , Con otra gente y La balada del álamo carolina. Colabora con la revista Crisis. En 1975 publica Mascaró, el cazador americano, que merece el premio Casa de las Américas. El 4 de mayo de 1976, tras el golpe militar, fue secuestrado y desaparecido.