Estos relatos concebidos inicialmente para ser leídos en alta voz en un círculo restringido de alumnos y de invitados hablan del período menos conocido de la vida del maestro espiritual Gurdjieff: su infancia, su juventud y las primeras etapas de su búsqueda.
No se trata de una autobiografía en el sentido estricto de la palabra. Para Gurdjieff, el pasado solo merece ser narrado en la medida en que resulte «ejemplar». Lo que él sugiere en estos relatos no son ejemplos para imitar exteriormente, sino toda una manera de ser frente a la vida, un testimonio que nos toca directamente y nos hace presentir una realidad de otro orden.
GURDJIEFF GEORGE
El método seguido por Gurdjieff en Relatos de Belcebú -y en cierta medida también en sus demás obras- es diametralmente opuesto a la comodidad a la que estamos tan acostumbrados. Su principal preocupación fue siempre hacer que la persona aprendiera por si misma y, por ello, nunca facilitó nada a sus alumnos ni trató de convencer a nadie. Al contrario, se esforzó porque el enfoque de sus ideas fuera complejo, tanto intelectual como emocionalmente. La lectura de esta obra suscitará inevitablemente en el lector un conflicto interno de negación y afirmación, sin el cual, la verdadera comprensión no puede llegar a producirse. La dialéctica de Gurdjieff penetra mucho más allá de la mente, En palabras de J. G. Bennett: «Gurdjieff no podía ignorar la hostilidad que provocaría en el lector al ofender, como lo hace, todos los cánones del gusto literario y personal, dando la impresión de una vanidad pueril que raya en la paranoia, pues poseía un conocimiento muy completo de los seres humanos y sabía la reacción que cualquier tipo de estímulo provoca en ellos. Además, carecía totalmente de vanidad, mucho más que cualquier otra persona que hayamos conocido.