Dorian Gray es inmortalizado en un retrato por un afamado artista plástico, Basil Hallward. El retrato parece albergar dentro de sí a la mismísima juventud, como si tuviera el poder de detener el tiempo y concentrar la belleza y la gracia de los años dorados del joven en el lienzo pintado. A este punto, el artista piensa y sabe que esta es su mejor obra. Que este cuadro representa un giro absoluto en el curso de su carrera y que Dorian, como su objeto, es la causa de dicha revolución y, por lo tanto, su arte sólo es capaz de existir a causa de él. A partir de aquí se desarrolla una profunda reflexión sobre la figura del doble y sobre la compleja relación que existe, necesariamente siempre, entre el artista, el objeto representado y su representación.
Como bien lo ha dicho Hallward, todo retrato que se precie habla más de su artista que de su objeto, y el retrato de Wilde no podía ser una excepción. Su retrato, plagado de las frases célebres que su ingenio supo tallar con maestría, de un humor agudo y siniestro, de una honestidad adelantada a la hipocresía de su tiempo, permanece intacto al paso de los días. Como no podía ser de otra manera, ese retrato, a Oscar Wilde, terminó costándole la vida.
WILDE OSCAR
Oscar Wilde nació en Dublín en 1854 y murió en París en 1900. Fue un escritor, poeta y dramaturgo de enorme importancia hacia el final de la época victoriana. Dueño de un estilo único, ingenioso, provocador e iconoclasta, es recordado por sus obras de teatro La importancia de llamarse Ernesto, El abanico de Lady Windermere, Una mujer sin importancia, La duquesa de Padua, entre otras, por los famosos cuentos El príncipe feliz o El gigante egoísta, y sobre todo por su única novela, El retrato de Dorian Gray. También escribió epigramas, poesía y textos periodísticos. Fue una personalidad de la cultura muy destacada en su tiempo, por lo que su prematura e injusta muerte tuvo un impacto que reverbera hasta hoy.