EL INSPECTOR - EL CASAMIENTO - LOS JUGADORES
El estreno de El inspector en abril de 1836, delante del zar y de toda la corte imperial, puso en una situación tan delicada a Nikolái V. Gógol que él mismo creyó conveniente echar tierra de por medio y «emigrar» a Roma. El casamiento une a un tipo superfluo e indeciso y a un factótum insolente en un proyecto de boda que nunca llega a realizarse. Y Los jugadores, que enarbola una rica trama de engaños en la que los embaucadores son a su vez embaucados, parece casi anunciar a David Mamet. Estas tres obras -las más importantes de Gógol- se reúnen aquí en nueva traducción de Fernando Otero y José Ignacio López Fernández, acompañadas de textos reveladores de Jan Kott, del crítico Visarión G. Belinski, y del escritor Andréi Biely sobre el montaje de Meyerhold.
NIKOLAI GOGOL
El más extraño poeta en prosa que jamás produjo Rusia, según Nabokov, nació en 1809 en Sorochintzy, en la provincia ucraniana de Poltava, hijo de un terrateniente con aficiones literarias. A los diecinueve años se trasladó a San Petersburgo, decidido a convertirse en escritor. Publica una novela en verso, Hanz Kuechelgarten, de la que renegará enseguida; buscará los ejemplares y los quemará. Ingresa en el funcionariado del Estado y comienza a colaborar en revistas. Entre 1831 y 1835 publica los volúmenes Las veladas de Dikanka y Mírgorod ALBA CLÁSICA núm. LXXIV . La fama le llega al año siguiente, con el estreno de la obra teatral El inspector ALBA ARTES ESCÉNICAS . Viaja por Europa y reside en Roma, donde termina «El capote», que junto a «La nariz», «El retrato», «La avenida Nevski» y «Diario de un loco» conforman Historias de San Petersburgo, el conjunto de narraciones cuya estética de lo grotesco funda el adjetivo «gogolesco». Al mismo tiempo escribe los primeros capítulos de la que será su obra maestra, Almas muertas, que aparecerá en 1842. Consumido por una profunda crisis religiosa, quemará la segunda y la tercera parte, que nunca vieron la luz. Murió en Moscú, al parecer a consecuencia de una desnutrición voluntaria, en 1852.
Edad recomendada: Adultos.