Se dice que el vocabulario de los adolescentes no supera los tres dígitos, que la pobreza de la sintaxis puede incluso prescindir de las subordinadas, que han encogido el lenguaje para ganar velocidad en las pantallas, que dicen tipo cada cinco palabras como anticipándose a la obligada imprecisión, que repiten obvio o sorry para ahorrar argumentos y matices, innecesarios en la chatura de la conversación. No es el caso de los alumnos de secundario que monologan por turnos en Frenesí del conejo universal, la sorprendente primera novela de diego Materyn." Graciela Speranza