En Occidente, el más poderoso aliado de la belleza ha sido siempre la luz. En cambio, en la estética tradicional japonesa lo esencial es captar el enigma de la sombra. Lo bello no es una sustancia en sí sino un juego de claroscuros producido por la yuxtaposición de las diferentes sustancias que va formando el juego sutil de las modulaciones de la sombra. Lo mismo que una piedra fosforescente en la oscuridad pierde toda su fascinante sensación de joya preciosa si fuera expuesta a plena luz, la belleza pierde toda su existencia si se suprimen los efectos de la sombra. En este ensayo clásico, escrito en 1933, Junichiro Tanizaki va desarrollando con gran refinamiento esta idea medular del pensamiento oriental, clave para entender el color de las lacas, de la tinta o de los trajes del teatro n ; para aprender a apreciar el aspecto antiguo del papel o de los reflejos velados en la pátina de los objetos; para prevenirnos contra todo lo que brilla; para captar la belleza en la llama vacilante de una lámpara y descubrir el alma de la arquitectura a través de los grados de opacidad de los materiales y el silencio y la penumbra del espacio vacío.
TANIZAKI JUNICHIRO
Junichiro Tanizaki Tokio, 1886-Yugawara, 1965 nació en una próspera familia de comerciantes, pero en 1894 llegarían la ruina, las deudas y una serie de humillaciones que marcarían al joven Junichiro y, con ello, la psicología de sus futuros personajes. De precoz vocación literaria y avidez lectora, estudió literatura japonesa en la Universidad Imperial de Tokio y se interesó por las letras occidentales. La temprana influencia de autores como Poe y Wilde se revela en cuentos como «El tatuador», de 1910, cuando empezó a escribir artículos periodísticos y piezas breves de narrativa, poesía, teatro y ensayo. La primera etapa literaria de Tanizaki muestra esa fascinación por un Occidente al que no viajó nunca, pero desde 1926 y en su madurez regresaría a los temas y motivos del Japón tradicional: en 1933 publica su célebre ensayo El elogio de la sombra y en 1949 recibe el Premio Imperial de Literatura por La madre del capitán Shigemoto. Su obra La llave, una trasgresora correspondencia erótica, desató la polémica en 1956, y en 1964 fue el primer japonés en ser elegido miembro honorario de la American Academy of Arts and Letters, lo que confirmó a Tanizaki como puente literario y artístico fundamental del siglo XX entre Oriente y Occidente.