Estos maravillosos cuentos son un excelente punto de partida para comenzar a adentrarse en el universo del gran escritor irlandés y encarar luego la lectura de títulos de mayor complejidad como el mítico Ulises.
A principios del siglo XX hubo un escritor, considerado el fundador de la modernidad literaria, cuya obra supuso un punto de ruptura con todo lo que se había escrito hasta el momento, un literato que experimentó con los géneros y la sintaxis, creó neologismos, incorporó la técnica de la asociación libre y fue un verdadero maestro del monólogo interior. Con todo ello, alteró el panorama de las letras de su tiempo y marcó a las generaciones subsiguientes. Luego de él y de su obra, la literatura ya no volvió a ser la misma. Ese hombre fue James Joyce.
Dublineses es un conjunto de quince cuentos más descriptivos que narrativos, en los cuales atmósferas y estados de ánimo prevalecen por sobre las peripecias y los acontecimientos que suelen tener un final abierto, y que son un clásico de la literatura en lengua inglesa.
JOYCE JAMES
James Augustine Aloysius Joyce nace en Dublín el 2 de febrero de 1882 y cursa casi la totalidad de sus estudios con los jesuitas, de los que nunca renegará del todo. Estudia Lenguas Modernas en la universidad y con veinte años marcha a París para estudiar Medicina y convertirse en un escritor. Tras regresar a Dublín para asistir a la muerte de su madre, lleno de proyectos frustrados y convencido de que seguir en su país sería enterrarse en vida, marcha definitivamente al Continente en 1904 con Nora, la que será su mujer hasta el día de su muerte. Escribe simultáneamente la novela autobiográfica Stephen Hero y la colección de cuentos Dublineses, al tiempo que se gana la vida como profesor de inglés. Vive en Pola, en Trieste, en Roma, otra vez en Trieste. Publica Dublineses y transforma su novela autobiográfica en el definitivo Retrato del artista adolescente. Ya famoso, escribe Ulises y se marcha a vivir a París con su familia para atender la publicación. Los siguientes dieciséis años los dedica a escribir Finnegans Wake, la obra más difícil de la literatura. No mucho después de su conclusión, en plena guerra, enero de1941, muere y es enterrado en Zúrich.