CHISTES JUDÍOS QUE ME CONTÓ MI PADRE
El humor es más que un mero pasatiempo: detrás de todo chiste se esconden agudos apuntes acerca de nuestros hábitos y costumbres. Esto es lo que probó, hace ya algunos años, un judío llamado Sigmund Freud, confirmando la clásica máxima latina Castigat ridendo mores, o sea, la educación moral se logra por medio del humor.
La serie de chistes y cuentos breves que aquí ofrecemos habla de la capacidad autocrítica de un pueblo, pero también de una pasión por mantener viva una práctica oral constitutiva de la cotidianidad familiar. Como huellas de generaciones pasadas, estos pequeños cuadros humorísticos llegan hoy hasta nosotros, gracias a la puntillosa labor de salvaguarda realizada por Abrasha Rotenberg, trovador moderno de la cultura judaica
ABRASHA ROTENBERG
Abrasha Rotenberg el responsable de este libro decidió refugiarse bajo el seudónimo de Abrasha Rotenberg por temor a la venganza de sus lectores. Se rumorea que el verdadero Abrasha nació en la Ucrania estalinista; que se exilió a la Argentina; que fue maestro, economista, editor y codirector del diario La Opinión.
Edad recomendada: Adultos.
ROTENBERG ABRASHA
Aunque nació 1926 en Teopol, un pequeño pueblo ucraniano de la Unión Soviética, Abrasha Rotenberg también residió durante su infancia en Magnitogorsk, una ciudad industrial modelo del proyecto comunista, y luego en Moscú. A los ocho años llegó a Buenos Aires donde recibió una educación laica argentina y judía. En 1948 participó en la creación del semanario Nueva Sion donde tuvo sus primeras experiencias como periodista. Entre 1950 y 1951 se instaló en Jerusalén para completar sus estudios de economía y sociología en la Universidad Hebrea, y creó en Kol Israel, la radio estatal, un departamento en castellano para Sudamérica. Al regresar a Buenos Aires, se especializó en asesorar empresas cinematográficas y periodísticas. Vinculado desde la adolescencia al periodista Jacobo Timerman, participó en la fundación de las revistas Primera Plana, Confirmado y el periódico La Opinión, del cual fue, además de socio, director. Tras el golpe militar de 1976 se radicó con su familia en Madrid, y asociado a Manuel Aguilar fundó la editorial Altalena. Abrasha Rotenberg comenzó a escribir libros, formalmente, a los 75 años. Sus obras, Última carta de Moscú, La Opinión amordazada, Raíces y recuerdos, Chistes judíos que me contó mi padre, La amenaza y ahora El moscovita desesperado, fueron publicadas en Argentina, Brasil, España y Rusia. Tras treinta y siete años en Madrid, actualmente reside en Buenos Aires.