Esta obra se asoma a un singular objeto no suficientemente abordado, a juicio de su autora: los epistolarios de los editores. Como actores que intervienen directamente no solo en el proceso de configuración de un texto sino también en la divulgación de ideas y conocimientos, a lo largo de su vida profesional deben construir redes comerciales y culturales que hagan posible su tarea; las cartas que escriben resultan documentos de gran valor para el análisis de las relaciones que construyen entre ellos y los autores cuyas obras publican. En este caso particular, el conjunto de cartas recorridas y analizadas pertenece principalmente a Samuel Glusberg, en especial durante su etapa de trabajo en la Argentina 1919-1935 cuando creó importantes vínculos profesionales con figuras de la cultura nacional, como Victoria Ocampo, y de otros países como Waldo Frank, Gabriela Mistral, José Carlos Mariátegui y Alfonso Reyes, entre otros. Este específico modo de acercamiento devuelve una dimensión fundamental de su figura ya que, en palabras de Orfila Reynal "el oficio de editor se define a partir del haz de relaciones que moviliza ... para que el texto de un autor se transforme en un libro, vendible, valorable. Es por ello que un editor también puede ser conocido a través del volumen y características de su correspondencia".