Delio y Julián, desbordantes de afecto, y seductoras cuando relata recuerdos, suenan al mismo tiempo desoladas. En ellas callaba sistemáticamente sus condiciones de vida y las razones de sus largos silencios. Insistía en cambio en pedirles detalles de sus vidas, ios estimulaba a opinar y argumentar. Se pone de manifiesto en ellas su exigencia de una educación basada en la valoración del esfuerzo, la disciplina y la fuerza de voluntad. Se trata de una concepción de la educación seguramente ajena al lector contemporáneo, a quien además no le resultará fácil imaginar cómo serían leídas esas cartas por los niños. Cuando sus hijos se expresan espontáneamente, Gramsci combina la alegría por la comunicación con expresiones a veces duras de rechazo o desaprobación. Ante cartas que él juzga más lacónicas o convencionales, exige más abundancia y franqueza. Entre líneas, se percibe una actitud implorante, y la ansiedad por descifrar quiénes eran sus hijos y en qué hombres se convertirían.
GRAMSCI ANTONIO
Antonio Gramsci 1891-1937 es uno de los protagonistas más brillantes y destacados de la historia del siglo XX. Pensador de entre los más influyentes en el ámbito de la filosofía política, su huella intelectual y sus lúcidos análisis quedan hoy, casi un siglo después, plenamente vigentes. Su faceta más teórica fue siempre de la mano de un inquebrantable activismo que lo llevó, con solo treinta años de edad, a ser uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano, del cual acabó por convertirse en secretario general. Encarcelado en 1926, murió el 27 de abril de 1937, seis días después de haber cumplido la condena que el fiscal justificó con estas palabras: «Durante veinte años tenemos que impedir que funcione este cerebro».