Desde su aparición; en 1985; Calvin y Hobbes se convirtió en una de las tiras cómicas preferidas en Estados Unidos. Pero no sólo en dicho país; pues los personajes creados por Bill Watterson han alcanzado gran popularidad en numerosos lugares. ¿Cuál es su secreto? El éxito de esta caricatura radica no sólo en la gracia de los protagonistas y en el humor que derrochan; sino también en el valor del mensaje que transmiten. Dicho mensaje no es obvio ni se manifiesta mediante moralejas; sino a través de sutiles comentarios que lanzan una mirada irónica a la realidad y que destacan valores como la amistad; la felicidad y la imaginación. La tira cuenta las andanzas de un niño y de su tigre. Este último es; a los ojos del mundo; una figura de peluche; pero para Calvin y los lectores de la serie se trata de un ser vivo inteligente; simpático y ocurrente. Ambos enfrentan distintas situaciones que van desde problemas familiares hasta viajes en el tiempo a bordo de una caja de cartón . Ahora estas aventuras pueden ser disfrutadas por los lectores en las cuidadas ediciones que ofrece Editorial Océano.
WATTERSON BILL
Washington D.C., 5 de julio de 1958 Es el creador de Calvin y Hobbes, una de las tiras cómicas más populares y apreciadas del siglo XX. Watterson dibujó la tira desde su debut, el 18 de noviembre de 1985, hasta el 31 de diciembre de 1995. En 1986, Watterson se convirtió en la persona más joven en ganar el prestigioso premio Reuben al "dibujante más destacado del año" de la National Cartoonists Society. Volvió a ganar el premio en 1988, y también fue nominado para el premio en 1992. En lugar de abrazar la fama que le proporcionó su trabajo a lo largo de los años, solo concedió un puñado de entrevistas, aparecía raramente en público y ha mantenido un estilo de vida muy modesto. Fue igualmente reservado con sus creaciones, a las que nunca permitió que se comercializaran. No había muñecos de Hobbes, ni figuras de acción del Capitán Spiff, ni tazas de café con frases de Calvin y Hobbes. Teniendo en cuenta que todos sus colegas se lucraban con sus creaciones -Charles Schulz Peanuts y Jim Davis Garfield ganaban decenas de millones de dólares al año en la cúspide de su fama-, resulta una actitud tan admirable como desconcertante.