Tras la invasión de Holanda, los Frank, comerciantes judíos alemanes, emigrados a Amsterdam en 1933, se ocultaron de la Gestapo en un altillo anexo al edificio donde estaban las oficinas en las que trabajaba el padre de Ana. En total, eran ocho personas y permanecieron ocultas allí desde junio de 1942 hasta agosto de 1944, fecha en que fueron detenidos y enviados a campos de concentración.
En ese lugar y en las más precarias condiciones, Ana, una niña de trece años, escribió su Diario que constituyó un testimonio único en su género sobre el horror y la barbarie nazi, y sobre los sentimientos y experiencias de la propia Ana y sus acompañantes.